Cuando se trata de repostería, la masa madre es una obra maestra. En su concepto natural es un fermento compuesto de harina y agua que no contiene levadura añadida. En el propio ingrediente se concentran levaduras y bacterias encargadas de fermentar masas.
Al producirse esta fermentación, las masas de los panes que se fabrican adquieren un sabor y aroma especial que controla su acidez.
La masa madre no es un elemento natural complicado de preparar. Aunque suena como un "invento de laboratorio", su elaboración es más sencilla de lo que parece, al igual que el método para conservarla.
Con más paciencia que conocimientos puedes elaborar masa madre, y sin hacer grandes esfuerzos. Lo que sí debes saber es que el proceso es algo lento y requiere de una atención especial, ya que debes "alimentarla" para su conservación sea óptima.
Hagamos masa madre
Puede haber distintas formas de elaborarla, pero todas conllevan a la misma mezcla: harina y agua, con un equilibrio natural entre las levaduras y bacterias que allí se desarrollan.
Para fabricar la masa madre requieres de cinco días, sin embargo, cada uno requiere tan solo unos minutos de atención y dedicación, así que manos a la obra.
Primer día: Se mezcla la harina y el agua
Puedes emplear distintas harinas: de trigo, centeno o quizás de avena, pero es necesario que sea integral. La razón es que las levaduras viven en la cáscara de los cereales y no en las refinadas.
Para el agua tiene dos opciones: utilizar directamente del grifo o agua mineral. La segunda tiene la ventaja de que puedes emplearla en seguida, sin embargo, para la primera necesitas esperar al menos una hora, de modo que se libere el cloro.
Es necesario que uses un recipiente completamente limpio y con suficiente espacio para que nuestra masa madre crezca con el pasar de los días. Tanto el vidrio como el plástico son materiales perfectos para que repose.
La mezcla de agua y harina deben ser siempre las mismas, en volumen. La idea es agregar uno por uno y revolver hasta obtener la pasta homogénea.
Una vez listo, tapa el recipiente con un paño limpio o preferiblemente con papel de cocina. Ahora deja reposar durante 24 horas en un ambiente de 20°C para que las levaduras y bacterias se desarrollen adecuadamente.
Segundo día: Añade harina de fuerza, agua... y azúcar
Probablemente no notes la diferencia con el aspecto de la masa que dejaste reposando durante 24 horas, sin embargo, es normal. Agrega medio vaso de harina de fuerza y agua, y luego una cucharadita de azúcar. Remueve hasta mezclar los ingredientes y listo... a reposar un día más.
Tercer día: Más harina de fuerza y agua
Ahora sí comenzarás a notar un cambio en el aspecto de la masa: verás algunas burbujas en la superficie, que ha aumentado de tamaño y con un olor peculiar que no es desagradable. Si luce tal cual, excelente, tu masa madre se está activando.
Vuelve a añadir medio vaso de harina de fuerza y otro de agua. Revuelve hasta que se compacte y a descansar 24 horas más.
Cuarto día: Retirando el líquido de la superficie
Tu masa madre ahora muestra un líquido marrón en la superficie, junto a las burbujas. Lo que debemos hacer es retirarlo con una cuchara o algún utensilio similar. Este líquido no es más que agua con azúcares fermentados.
Una vez hecho, añade medio vaso de harina de fuerza y remueve los ingredientes hasta que se compacten. ¿Listo? 24 horas más.
Quinto día: Ya tenemos masa madre
Si el aspecto es cremoso, con las burbujas en la superficie y un ligero olor ácido, quiere decir que está lista para usarse. Ahora sí podrás comenzar a elaborar todo tipo de panes, incluso pizzas y otras artes culinarias.
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