Durante la adolescencia, los jóvenes suelen experimentar cambios hormonales. Esto impide que controlen sus reacciones y tiendan a enojarse por mínimos detalles. Además, comienzan a vivir episodios nuevos en la escuela y con amistades, basados en sentimientos, que les toman por sorpresa, es decir, no saben qué hacer.
Por lo general, estos jóvenes tienden a señalar entre lo justo e injusto. También copian comportamientos y desean atravesar aventuras a las que sencillamente los padres decimos: ¡No!
Y precisamente esta negación antecede a un: ¿Por qué no? Lo cual abre una discusión padre/madre e hijo. El joven no se conforma con una respuesta, sino que pide explicaciones, ofrece propuestas y en el peor de los escenarios... desobedece una decisión.
De acuerdo a la personalidad, el ambiente familiar, las personas presentes y el tema, las discusiones pueden resultar diferentes. No es igual que sea por dinero que por negarse a una salida nocturna que creemos insegura. No es lo mismo una discusión madre e hija que padre e hija. Sin embargo, los padres debemos tomar posturas inteligentes para lograr dos objetivos: que no pierdas la autoridad y que tu hijo comprenda, bien o mal, que le quieres y cuidas.
Cómo discutir con tu hijo
No lo amenaces
"Ven acá que tenemos que hablar", "Me parece que hoy no habrá teléfono" o "Esta es tu última oportunidad". Estas son frases que para todo joven puede ser agresivas, lo cual le obligan a levantar su escudo. Una forma efectiva de iniciar una conversación o discusión puede ser con una pregunta: ¿Podemos hablar?
Si su respuesta es negativa, negocia una nueva oportunidad afirmando que la conversación le conviene. Aplica estrategias simpáticas para acercarte, una vez que lo logres, ya diste el primer paso.
Si hay un castigo, explícale por qué
Las discusiones pueden terminar en un castigo o corrección. Lo más doloroso para un joven es despojarlo de su teléfono móvil, computadora y otros recursos de entretenimiento. Pero hay dos claves para que lo tome sin agresividad ni frustración. La primera es que el castigo no sea por tantas horas, que sea de tres o seis no genera una diferencia. Pero al levantar el castigo puedes advertirle: si hay una próxima vez, te lo quitaré por una hora más.
Lo segundo y fundamental es explicar por qué estás castigándolo. No lo encierres en su cuarto y consideres que piense y medite lo que quiera, porque puede desarrollar pensamientos inadecuados (venganza, culpa, depresión). Y aprende a diseñar el castigo, quitarle el teléfono no significa que no pueda ir a la cocina a comerse un sandwich o que no pueda continuar conversando contigo.
La idea es que comprenda su error y cuáles fueron las consecuencias. Si llora y ruega para que le levantes el castigo, hazle saber que lo mejor es que se tranquilice y espere el tiempo que debe esperar.
Utiliza un tono de voz moderado
Al gritar perdemos la autoridad, así que olvídate de esa técnica cavernícola. Cuando alzas la voz, tu hijo siente amenaza, imposición, y obligación. Lo más recomendable es moderar el tono y tratar de que los puntos se expongan. Escucha siempre, no interrumpas sus expresiones y si notas que grita párate fírmemente y pídele que baje la voz.
Un comportamiento desesperado y de insultos no tiene sentido llevarlo a discusión. En este caso déjalo solo. Sin embargo, estas conductas agresivas deben corregirse rápidamente, sobre todo si no se justifican con el ambiente del hogar.
La discusión no debe prolongarse
Tu voz es autoridad, por lo que tus decisiones no deben repetirse una y otra vez. Transmite tu opinión, considera el castigo y explica brevemente las razones. Enfrascar la discusión o llevarla en círculos termina dando la oportunidad de palabras hirientes.
Ponte en su lugar sin decírselo
Evalúa si llegaste a cometer alguno de sus errores o si tuviste muchas de sus reacciones y comportamientos. Esto servirá para recordar cómo tus representantes afrontaron la discusión o qué hubieses querido que ocurriera. Es la manera de trazar un plan psicológico que sea sano y efectivo.
Pero nunca... nunca... le digas: "Yo estuve en tu lugar", "Yo pasé por eso" o "Sé cómo te sientes". Si usas estas frases en el momento de discutir recibirás una patada al estilo: "Con razón ahora soy lo que soy" o "No tienes idea de cómo me siento". Lo mejor es esperar que la calma tome protagonismo y luego puedes transmitirlo a modo de compartir experiencias.
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